“Por favor, hazlo menos femenino”
Por Mayra Avila
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En mis casi 12 años como diseñadora no podría contar las veces que he recibido comentarios como este: “Me gusta pero, ¿podemos hacer que se vea menos femenino?”. No lo tomen a mal. Todos somos conscientes del género y que el público objetivo es lo más importante dentro de un proyecto (si no llegas a ell@s, el proyecto fracasa). Todos hemos sido sensibilizados a que ciertos colores, formas, sensaciones, supuestamente, conectan más con un@s que con otr@s.
A continuación diré que esto está escrito de forma binaria: masculino – femenino, a pesar de que el mundo en general no se mueve de esa forma.
Pero, ¿qué es menos femenino?, ¿algo menos rosado, morado, rojizo?, ¿de dónde vienen los estereotipos de género?. Nuestro país se encuentra en construcción y deconstrucción actualmente y es por ello que nuestro trabajo como diseñadores puede ser una herramienta para construir dinámicas sociales más saludables y humanas. Pensar realmente en las personas a las que impactamos y conectar con el cliente durante el proceso es un reto que podemos ir cumpliendo poco a poco. Recuerda que no hay proyecto pequeño, siempre llega a una persona y esa persona merece algo que haga su vida mejor.
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Masculinidad frágil, ¿eres tú?
Cuándo pensamos en un público mixto, ¿cómo lo pensamos?. «Se presume que todos los públicos son hombres, seamos conscientes de ello o no», dice Rhys Ernst, artista y director transgénero. Y es cierto, lo masculino es percibido como lo neutral, la norma, lo que es para todos y desde esa premisa estamos siendo condescendientes con la masculinidad, “protegiéndola” de lo femenino y perpetuando estereotipos de género que terminan siendo tóxicos para todos.
Partamos que la masculinidad en nuestro país y en el mundo es frágil. “Lo peor que hacemos a los varones, haciéndoles sentir que tienen que ser duros, es que los dejamos con egos muy frágiles. Cuanto más hombre-duro se siente obligado a ser un hombre, más débil es su ego. (…) Les enseñamos a tener miedo a la debilidad, a la vulnerabilidad. Les enseñamos a enmascarar su verdadero ser”, dice la escritora y activista Chimananda Ngozi Adichie en su libro Todos deberíamos ser feministas.
En nuestra sociedad la masculinidad está protegida por todos y al diseñar muchas veces mantenemos estos estereotipos mediante color, tipografía, formas, etc. Pero ¿qué tal si empezamos a arriesgarnos un poco más?. Tenemos la oportunidad de ir cambiando esto poco a poco, conociendo nuevas masculinidades sin siempre ir hacia lo establecido. Esto nos permite darle un lugar más interpretativo a lo masculino y por consiguiente: más libre.
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Había una vez un color que se volvió “más femenino” que otro
Leatrice Eiseman, experta en color y directora del Pantone Color Institute relata que la percepción del rosa como un color femenino, viene (recién) de 1920. Anteriormente el color rosa junto con el azul era en realidad utilizado por niños. «(El rosa) estaba relacionado con el color primario rojo, que era ardiente y apasionado y más activo, más agresivo. Aunque su intensidad se atenúa, era un color que se asociaba con los niños», dijo Eiseman. Es la compra del magnate Henry Huntigton de los cuadros “The Blue Boy” y “Pinkie” la que generó esta distinción. La compra de estos cuadros fue ampliamente publicitada en los medios estadounidenses y la gente comenzó a pensar que durante siglos, el azul había sido para los niños y el rosa para las niñas. “The Blue Boy” muestra a un niño parado con una mano en la cintura, con aire de monarca, luciendo un elegante traje azul. Detrás un bosque con trazo indefinido que se percibe tórrido. “Pinkie” por su lado muestra a una niña con un vestido y sombrero rosa moviéndose al viento delicadamente. Una mano adelante sobre el pecho y otra detrás, escondida, mientras deja ver sólo un pie. El paisaje muestra mayormente cielo, y ella es una figura que pareciera fuera a ascender.
Vale mencionar que este tipo de distinciones binarias: masculino – femenino respecto al color, afectan a las mujeres más de lo que creemos. La llamada pink tax o el impuesto rosa es un problema silencioso que afecta a las mujeres desde hace años. Algo que noté al ir de compras es que las rasuradoras rosas -que tienen la misma construcción que las de hombre- tienen un incremento aproximado de 10 soles (2.59 dólares) solo por ser “para mujeres”. Ahora, considerando la brecha salarial en el Perú, el llamado impuesto rosa nos afecta sistemáticamente afectando nuestra economía y por consiguiente, nuestro progreso. Y se preguntarán: “Pero mujeres, ¿por qué lo compran?”. Si lo masculino es percibido como neutral, la norma, encontrar algo pensado para ti es una forma de conexión emocional directa. Queremos sentirnos escuchadas y el mercado ha sabido utilizar esta carencia de representación para ganar más dinero.
Y hay una discusión que como diseñadores nos toca tener: los colores deberían ser libres. El tenerle miedo a uno por lo que se le asocia (erróneamente), es meterlos en una caja inamovible que termina perjudicandonos más de lo que creemos. El que un color sea percibido como femenino asuste la disponibilidad de compra de muchos hombres es una idea que debemos ir cambiando mediante la experimentación, investigación y fundamentación. Solo así, liberaremos de estereotipos no solo a los colores, sino también a nosotros.
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Si generar cambios quieres, informarte debes
El mundo cambia todos los días y en estos últimos tiempos la palabra diversidad, inclusión y equidad de género han cobrado mayor importancia para las marcas. Estas buscan ser más humanas y por lo tanto, siendo nosotros quienes brindamos soluciones de cómo transmitir el mensaje, tenemos que entender estas problemáticas a profundidad, conociendo a las comunidades o grupos de personas involucradas para poder generar propuestas sustanciales y no vacías.
Es importante como diseñadores empezar por la base de todo buen diseño: una buena auditoría, que en este caso sea capaz de exponerle al cliente nuevas ideas y mostrarle lo que hacen otras marcas respecto a estos temas. Y no, no se trata solo de poner el color del arcoíris en un logotipo por el mes del Orgullo, se trata de que la empresa haga cambios dentro también. Por ejemplo, comunicar que hay tolerancia cero hacia la discrimación por orientación sexual en el ambiente laboral o impulsar la contratación de personas trans, etc. El espacio laboral puede ser un lugar de protección también y podemos, mediante la investigación, exponerle al cliente ideas nuevas que realmente benefician a sus trabajadores.
Ya lo decían muy bien en la biopic española “Veneno”: «De lo que no se habla, no existe. Y lo que no existe, se margina». Si nos piden hablar de estos temas, hagámoslo y si tenemos la oportunidad propón estos temas en tus propuestas. Finalmente es algo bueno y muchas personas detrás de las marcas quieren impulsar cambios contundentes. La empatía es una herramienta clave en la actualidad, es importante entender que estos pequeños o grandes pasos, no sólo beneficiarán a la marca sino también ayudarán a mejorar la calidad de vida de su público, generando una fidelidad mayor y una relación más honesta entre marca y consumidor.
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En conclusión, cuestiónate, cuestionalo todo. La próxima vez que te pidan “hacer algo menos femenino”, un pedido tan simple y a primera vista pragmático, cuestiónalo. Ahora más que nunca es importante que lo hagamos. Ojo, esto no es fácil pero cuando consigues un cambio por muy pequeño que sea, vale la pena y hace sentir nuestra labor mucho más gratificante.
Cierro con esta frase del diseñador ambientalista canadiense Robert L. Peters, que resume el rol que podemos tenemos como diseñadores: “El diseño crea cultura. La cultura da forma a los valores. Y los valores, determinan el futuro”.